¿Sientes acaso tristeza o mal humor?... Cuéntame, cuéntame, alma
desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió?
¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi
Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo.
Cuéntamelo todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí,
todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora
bendición
¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquella vaga melancolía que,
no por ser infundadas, dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi
Providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo
oigo, ni un momento te desamparo... ¿Sientes desvío de parte de personas
que antes te quisieron bien, y ahora, olvidadas, se alejan de ti sin que
les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu
lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
¿Y no tienes tal vez alguna alegría que comunicarme? ¿Por qué
no me haces participe de ella a fuerza de
buen amigo cuéntame lo que desde ayer desde la ultima visita
que me hiciste ha consolado y a
hecho sonreír tu corazón, quizás has tenido
agradables sorpresas, quizás viste disipados negros recelos
y quizás recibiste agradables noticias alguna carta o muestra de
cariño, has vencido alguna dificultad o salido de un lance
apurado
Obra mía es todo esto, y Yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has
de manifestarme por ello tu gratitud y decirme sencillamente, como hijo a
su padre: ¡Gracias, Padre mío, gracias! El agradecimiento trae consigo
nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido
¿Tampoco tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo
Sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña
Fácilmente, a Dios no; háblame, pues, con toda sinceridad.
¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a la ocasión
Aquella de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó?
¿De no leer más aquel libro que avive tu imaginación? ¿De no tratar
más a la persona que turbó la paz de tu alma? ¿Volverás a
ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien,
Por haberte faltado, has mirado como enemiga?
Ahora bien, hijo mío: vuelve a tus ocupaciones habituales; al
taller, a la familia, al estudio...; pero no olvides los quince minutos de
grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del
santuario. Guarda en cuanto puedas silencio, modestia, recogimiento,
resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también
tuya, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a
mi servicio. En mi Corazón hallarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios,
consuelos nuevos.
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